jueves, 21 de febrero de 2013

EN MEMORIA DE MI PELUSITA

EN MEMORIA DE MI PELUSITA

Llegaste a este mundo el 17 de septiembre de 2006; a mi vida tan sólo mes y medio después, el 7 de noviembre, día en que mi buena amiga y compañera, Fabiola, me hizo un regalo precioso por el que le estaré eternamente agradecida, y ese regalo eras tú Pelusita.
Cruzaste el arco iris, camino del cielo de los perros, el 7 de febrero de 2012 de forma inesperada, sin previo aviso, antes de tiempo, dejándome rota por dentro,  huérfana de tu amor, huérfana de tu presencia, huérfana de tu dulce mirada color miel, mirada que un instante antes de partir se cruzó con la mía y se  grabó para siempre en mi retina. Te abracé muy muy fuerte y te acurrucaste en mi regazo, igual que cinco años atrás, cuando llegaste a mí. Tus preciosos ojos buscaron los míos y se cerraron. ¡Qué momento más íntimo, qué perfecta comunión, tú y yo Pelusita, sólo tú y yo!.
Las trágicas circunstancias que precedieron y rodearon tu repentina partida no quiero que queden aquí reflejadas. Me provocan un dolor tan indescriptible que no quiero ni puedo escribirlas…….
Nos quedaba todavía tanto tiempo para ser felices juntas, mi vida….
Nos quedaba todavía tanto camino por recorrer, tantos  paseos que dar por esos campos de olivos en los que disfrutábamos las dos, campos que a la llegada de la primavera se cubrían de amapolas, de margaritas y de aquellas flores moradas que tanto te gustaba mordisquear, gordita mía…..
¡Qué cruel y fatídico final nos tenía preparado el destino!
Eras y eres parte de mi vida. ¿Es que es tan difícil de entender?
Pero: “si sólo era un perro”, pensarán muchos……….
Pues sí; y le pese a quien le pese,  eras mi perrita, mi mejor amiga, mi fiel compañera. Que se entere todo el mundo  ¡mi niña!
¡Pero si compartía contigo cosas que no compartía con nadie!
 Has aguantado mis tristezas, mis días malos, mis problemas, mis cambios de humor. Pero qué bien entendías mi estado de ánimo. Unos cuantos lametones, un meneillo de culete y un: “venga mami que nos vamos de paseito y se acabaron las penas, que mira como muevo todo mi cuerpo, que parezco Shakira” ¡Dios cuánto echo de menos esa alegría cascabelera!
 ¿Quién nos iba a decir a ti y a mí que íbamos a separarnos tan pronto, Pelusa?
¡Dios, si solo tenías cinco años!
Si estabas sanita, si vivías feliz,  si me querías con locura, si te quería con locura.
Sé que he de dejarte partir; lo sé Pelusita.
Sé que he de dejar que descanses en paz; lo sé Pelusita.
Sé que no hay vuelta atrás; lo sé Pelusita.
Sé que yo no tuve la culpa; lo sé Pelusita.
Sé que he de continuar y seguir avanzando en este  duro, tortuoso y árido camino, el camino de las lágrimas, el camino de tu pérdida, lo sé Pelusita.
Sé, y lo sé de buena tinta, que sigues conmigo. Te llevo en mi corazón, lo sé Pelusita.
Sé que dónde estás no te sientes perdida sin nosotros, no sufres, lo sé gordita.
Sé que somos  Jesús y yo, los que sufrimos tu ausencia, lo sé muy bien. Y por eso  sé que he de poner fin a este sufrimiento inútil que no conduce a nada.
 Hemos tenido la gran fortuna de  conocerte, Pelusa. Hemos dado y recibido amor en la misma medida. Amor inconmensurable por ambas partes.
 Querida Pelusa, mi vida, mi amor, mi sombrita, mi niña de rizos chocolate, mi reinita mora, mi gordita,  mi perrita del alma, escribo estas líneas y las lágrimas caen sin cesar por mis mejillas. ¡Cuánto te quiero Dios mío, cuánto!
Te has ido dando vida Pelusita  ¿sabes por qué? Pues porque tras tu  partida, una pobre perrita, con una trayectoria durísima de abandono y sufrimiento a sus espaldas, ha encontrado hueco en nuestro hogar y en nuestras vidas. Y sé que te alegras por ello, pues si algo te ha caracterizado siempre ha sido tu enorme generosidad.
No puedo seguir Pelusa, no puedo………
TE QUEREMOS POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE
Jesús y Ana
 Dulce, Alma y Chiqui
  

PD.- Cuento de Jorge Bucay:
“Un señor que desde la muerte de su hijo pequeño no podía dormir, y lloraba sin cesar hasta que amanecía. Un día aparece un ángel en su sueño y le dice:
¡Basta ya, debes seguir sin él!
Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más.
El ángel le dice ¿lo quieres ver?, y sin esperar su respuesta lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
Por la acera empiezan a pasar un montón de niños y niñas vestidos como angelitos y con una vela encendida entre las manos. Son todos los que han muerto en estos año, le dice el ángel…..
¿Y mi hijo, está entre ellos?
Sí; míralo, ahí viene.
Está radiante, tal y como él lo recordaba, pero es el único que lleva la vela apagada.
¿Por qué no tienes luz hijo mio? ¿No encienden tu vela como a  los demás?
Claro que sí, papá. Cada mañana encienden mi vela, pero cada noche tus lágrimas la apagan
El niño secó las mejillas de su padre y le dijo: deja de llorarme papá, deja de llorar…….”

Quiero aprovechar esta ocasión para mostrar mi agradecimiento más sincero a todos los que habéis empatizado con mi dolor. UN MILLÓN DE GRACIAS

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